Comisario Javert
Esta mañana me ha contado un compañero de profesión (un amigo mío que no soy yo), sus andanzas con Hacienda. Resulta que se haya inmerso en una interminable inspección y ha tenido la mala suerte de dar con un celoso funcionario que, para más inri, debe de considerar que nuestro denostado oficio da para tener una gestoría que se encargue de nuestros trámites. Nuestro colega lleva humildemente sus cuentas y, a su leal saber y entender, va haciendo trimestralmente sus declaraciones, cada vez más exiguas como corresponde al momento que vivimos. Entre las cosas que me ha contado, me ha llamado la atención que, el inspector, en un momento dado, ha exhibido una factura de una comida, la única de restaurante que ha presentado en veinte años de profesión, que consideraba improcedente como gasto y, para recalcarlo, ha añadido: «¡y además es de un sábado!». No le he dejado acabar el relato a mi amigo.
¿Qué ha querido decir el fiel servidor del Estado? ¿No es suficientemente triste que hasta hace un año no hayamos tenido sanidad pública? ¿No basta con que nos pongan cada vez más difícil justificar nuestros desplazamientos en coche, nuestros gastos de energía, nuestro día a día? Ahora les molesta que trabajemos en sábado. Parece ser que el fiel servidor ese sábado debía estar afortunadamente disfrutando de un fin de semana en familia, mientras mi amigo, con la ilusión que le caracteriza, invitó a comer a un cliente enfadado o quizá, tras una noche de trabajo intenso con todo su equipo, decidió invitarles a… ¡un kebab! Porque la factura en cuestión era de ¡un kebab! ¿Qué sintió el fiel servidor, cuando revisando entre los papeles de mi amigo que no soy yo, encontró la factura del kebab y, tras consultar en su calendario zaragozano de 2012 vio que ese día era sábado? Imagino que el mismo júbilo que Elliot Ness cuando dio con los pufos de hacienda de Capone.
Envidio la tarde que pasó ayer, previa a la cita con mi amigo, disfrutando la cara de estupor, el seguro derrumbamiento y confesión de culpabilidad del arquitecto defraudador. Imaginó una felicitación de sus jefes, un seguro ascenso, quizá titulares en el periódico… «El funcionario que desenmascaró al defraudador del kebab».
Desgraciadamente, nuestro aprendiz de Javert no es consciente de cómo están los ánimos, de los riesgos de hacer ver a un trabajador temeroso de hacienda, que paga sus impuestos para que él pueda tener un trabajo seguro, con vacaciones y fines de semana, que esos fines de semana no existen para mi amigo. Desgraciadamente, aunque pocos, al sistema se le están escapando unos cuantos Javerts que van a encender un día la mecha que la crisis, las injusticias y la corrupción han tendido por toda la sociedad. Ayer saltó en Burgos, esta mañana, sólo la educación y el hastío de mi amigo han impedido que se prenda cerca de mi casa. Pero arderá, es cuestión de tiempo. Los ánimos están caldeados y algunos de los que tienen una casa y comida caliente harán o dirán tarde o temprano una tontería como esta mañana nuestro Javert, alentados por administraciones caninas que dan instrucciones a sus funcionarios para que rebañen las posibilidades de la recaudación.
Mi amigo hasta esta mañana era un fiel pagador de impuestos. Hoy, mientras tomábamos un vino antes de comer me ha confesado que le dan ganas de empezar a hacer trampas. Lo entiendo, sobre todo al comprobar la benevolencia que se demuestra en casos más espectaculares que el suyo. Al que no entiendo es a Javert.
Hace muchos años, cuando era «becario» en un estudio de arquitectura de Madrid, vino la hoy casi difunta televisión local a sacar unas imágenes. En el estudio en cuestión se estaba haciendo un proyecto muy mediático. Aquella noche, en el telediario local, mi madre vio, durante una fracción de segundo, a su hijo tirar una líneas apoyadas en un paralex. Las imágenes quedaron en el archivo de Telemadrid y, hasta que dibujar a mano dejó de ser la seña de identidad de los arquitectos ( o no tanto, ver arquitectos con tablero en este blog), se repetía periódicamente una noticia tal que así:
Hacienda intensificará sus inspecciones sobre aquellos colectivos, como los profesionales liberales, que defraudan más.
… ilustrada con mi figura echando las líneas sobre el tablero. A mi madre ya no le hizo tanta ilusión.
Hombre, razón tienes, sin duda. Eso sí, el toquecito de los fines de semana de los funcionarios lo podías haber matizado un poco, perdóname que te diga. Porque igual un arquitecto tiene que trabajar (si pilla el chollo de un proyecto) un fin de semana, pero no creo que sea la regla general de todos los findes. También a algunos funcionarios (desde luego en este caso comparto que NO son la regla general) les toca trabajar un fin de semana …o incluso varios.
Perdón por esta disquisición en una de mis primeras visitas a este blog de un amigo de esos a los que habría que fusilar, porque encima nos gustan las peliculas de submarinos